martes, 2 de diciembre de 2014

Al compás de tus ronquidos


A veces sueño dormida, y al despertar no recuerdo nada, son los días en que amanezco con frío y siento la lluvia dentro, un torrente inacabable que acaba por crear charcos entre las sábanas. No consigo conciliar el sueño si no estoy desnuda, será quizás porque no concibo vivir con las bragas puestas, será porque no entiendo un mundo sin adverbios de duda o subjuntivos, o té, o humo, o besos, o páginas en blanco. Hoy hacía sol y la otra gata se entretenía intentando atrapar motas de polvo; yo, celosa, jugué a tener tus manos bailándome entre los pliegues de la cama, pero tú no estabas en mí y el ronroneo quedó afónico. Lo curioso es que no soporto dormir con nadie, los cuerpos ajenos molestan, me desvelan los latidos sin importar que procedan de pecho o pechos, en mi insomnio no existe diferencia, lo curioso es que extraño  los días de lluvia que duermas conmigo y empezar el día con el alma húmeda y calentita, moviéndose al compás de tus ronquidos. 




Decir No...









Decir no

atarme al mástil

pero

deseando que el viento lo voltee
que la sirena suba y con los dientes
corte las cuerdas y me arrastre al fondo
diciendo no no no
pero siguiéndola.


IDEA VILARIÑO

miércoles, 19 de noviembre de 2014

La Primera


- ¿Quieres decirme, por favor, qué camino debo tomar para salir de aquí?


- Eso depende mucho de adónde quieres ir -respondió el Gato.


- Poco me preocupa dónde ir -respondió Alicia.


- Entonces, poco importa el camino que tomes -replicó el Gato.



Alicia en el país de las maravillas (Lewis Carroll)










¿En serio creías que iba a empezar por el principio? Tú necesitabas saber y yo te  prometí que escribiría, pero he de ir acorde a mis tiempos. No, aún no estoy preparada para hablarte de mi Primero, pero sí lo haré de mi Primera, aunque tampoco se trata de una historia simple, ¿acaso he vivido una  historia simple alguna vez? En fin, intentaré resumirla.

 A mis diecisiete años yo ya había desgastado más de un colchón, no necesariamente de maneras convencionales, pero creía que era heterosexual, y así se lo dije a ella cuando, en medio de la pista de baile, una noche de primavera, me susurró al oído que quería entrar. Inasequible al desaliento, me había acechado durante semanas, mirándome siempre desde la distancia con los labios entreabiertos y un brillo diabólico en su mirada esmeralda, aguardando con paciencia felina a que lloviese y se inundase la relación con el cánido, aspirante a filósofo que por aquel entonces me hacía arder el corazón, hasta que, como era de esperar,  sucumbí a su hechizo de brujita buena y empezamos a salir juntas, eso sí,  como amigas. “Lo siento, nena, pero a mí no me gustan las mujeres”, le expliqué, a lo que respondió besándome, o más bien devorándome los labios, aún me temblaban las piernas cuando dijo: “¿estás segura de que a ti no te gustan las mujeres, cielo?”, y la noche relucía en su sonrisa, y en sus ojos hambrientos, y de repente,  mis labios en sus labios otra vez, y mi mano en su escote, y la suya entre mis muslos… Prácticamente la arrastré al baño de la discoteca, entre risas, urgencias y susurros follamos por primera vez, nuestros cuerpos se fundieron de tal modo que no había manera de reconocer donde acababa una y empezaba la otra, ya no podía volver a ser sólida; así pues durante los dos años siguientes seguimos deshaciéndonos mutuamente, perfeccionando el arte de engullirnos con gula en un solo bocado, mientras permanecíamos sin respirar, porque cuando estábamos juntas no había espacio para el aire, ni para detenerse o retroceder, tan sólo podíamos correr, yo siempre hacía ella, ella hacia mí y hacía el abismo, hacia todas partes y hacia ninguna, haciendo equilibrios en la línea, siempre en el límite, persiguiendo adrenalina y desbordando feniletilamina. Fluyendo cálida e incesantemente por mí, ella me arrastraba hacia el vacío, pero un día ante la inminencia de la caída me detuve a contemplar el paisaje, siempre he necesitado de un momento de reflexión, ella era de acción, por el contrario, y no vio o no quiso ver a tiempo que hacía demasiado frío, pues bajo la nieve aguardaba el hielo, cuando saltó no pude hacer otra cosa que permanecer mirándola desde arriba, con la mano extendida y el corazón roto, llorando la culpa de no haberla acompañado…

Nunca antes de ella había conocido la fusión, nunca la he experimentado de nuevo.





viernes, 3 de octubre de 2014

Fluyendo





Nunca tuve constancia, pero me sobran los propósitos de enmienda

Propósitos
Me sobran
De enmienda

Y a veces también las palabras, sin embargo
Ando escasa de silencios

Escasa
A veces
De silencios

Cuando hablaste al fin puede que no fuera tarde, pero hacía frío

Ahora ya
No hace
Frío

“Sigue adelante, te espero”.- decía tu mensaje del 14 de febrero

Consideré hacerlo

Tu mensaje
Seguir
Escribiendo

Hasta las lluvias de marzo, en una cafetería cualquiera
Hasta ti otra vez.
Abril, mayo, junio

Y otra vez
Dentro

Hasta que todos los signos de puntuación se disolvieron
Y mi esencia fue vapor de agua

Fue
Mi esencia
De agua

No se escribir, nunca supe, pero me dejo fluir en caudal

Fluir
Me dejo
Hacia tú



Hacia la Sima

viernes, 15 de junio de 2012

Cicatrices



Eres un hijo del sol, tibio rayo de la mañana, mi hombre hecho de luz y pedacitos de alguna estrella. Tan puro como un recién nacido a pesar de todo el camino que habías recorrido llegaste a mi.

Soy una hija de la luna, una criatura de la noche, forjada con las huellas de la oscuridad, llena de bordes, aristas, filos… Más joven que tu, tan niña y tan vieja, tan ingenua y tan experimentada.  Tan sólo una muñequita, tu muñequita, sólo que tu no sabías que yo era una muñeca rota cuando me conociste. 

Me arriesgué cuando me quité los velos y dancé para ti, exponiendo mis mil y una cicatrices. ¿Cómo no ibas a preguntar la forma en que me las hice? 

miércoles, 13 de junio de 2012

Escritos a un fantasma



Bebeme
Tengo tanta sed
Mira, tengo el gusto de la Especia con las estrellas
Un Elixir de animal
Una licor Leonado y miel
Una borrachera prometida
Un sin hambre, a devorar

Lame mis caderas
entra tus labios
Tu sola boca murmurando
Traga el silencio de mi cuerpo

 

Por Jeanne-Herveline

  

- Écritures au Fantasme-

sábado, 9 de junio de 2012

Volviéndome cuerda



 

 “Fóllame la mente”.- te dije.

 “Voy a volverte cuerda a fuerza de pequeñas muertes”.- respondiste,  y creo que ahí, en ese preciso instante, fue cuando me di cuenta de que eras TU.

 Contra la pared. Mis brazos como punto de apoyo puesto que las piernas apenas me sostienen. 

 Tu boca en mi cuello, subiendo hasta mi oreja, bajando hasta el centro de mi espalda, caricias inacabables con la lengua, besos húmedos, mordiscos provocando pequeñas descargas eléctricas que me recorren desde el pubis hasta la cabeza, una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez.

 Respiración entrecortada.

 Tus manos en mis piernas, apretándome, acariciándome, sosteniéndome… Tus manos multiplicándose como si de un milagro se tratase y ya no fueran dos tus manos, sino dos veces dos por dos.  

 Latidos acelerados.

Tu voz susurrando todo lo que me vas a hacer, áspera, firme. Tu voz que con palabras me envuelve y me va sumiendo en una suerte de catatonia, me deja a tu merced. Por tu voz yo ya no soy más yo que la respuesta de mis sentidos a los tuyos, por tu voz me elevo suspendida en una suerte de limbo.

 Rasgan el silencio mis jadeos, que van in crescendo.

 Entras en mi y el mundo se disuelve en nada. Y Nado en un océano esmeralda, las olas rugen enfurecidas, se avecina la tormenta mientras sigues matándome de a poquito con golpes secos. La sirena que hay en mi se pone a bailar, hacia ti y hacia el horizonte, y todo es agua, este mar se va haciendo más grande, y más grande, hasta que me ahoga y en la marejada te arrastro. Antes de perder el conocimiento todo a mi alrededor es verde.

 Así fue nuestra primera vez, o al menos así es como la recuerdo, y desde esta orilla me pregunto a quién volverás cuerda ahora.